Hacer las cosas bien

Valiéndose cada cual del don que Dios le concedió. Yo planté y Apolo regó, pero fue Dios quien hizo crecer. Así que ni el que planta ni el que riega cuentan para nada; Dios, que hace crecer, es el que cuenta. Y entre el oficio de plantar o el de regar no hay diferencia, si bien cada uno recibirá el salario en proporción a su trabajo. Nosotros somos colaboradores de Dios. (1 Corintios 3:5-9 BLPH)

 Uno procura hacer las cosas bien y dar buen ejemplo del cristianismo. Conversa sobre su fe con otros, ayuda a quienes lo necesitan, dedica tiempo para estudiar la Palabra de Dios y hacer oración. A veces las consecuencias de acatar esos principios son palpables; otras no. A veces es evidente que lo que aportaste dejó huella en la vida en una persona; otras veces sigues aportando lo que puedes y cuando puedes, pero los resultados no se hacen patentes.
 Lo bueno de todo ello es que Dios no nos juzga por nuestros resultados, sino por nuestra fidelidad.
 Por eso saber que el Señor mira nuestro corazón y no nos juzga por los éxitos que obtenemos, sino por lo fieles que somos, elimina buena parte de la presión. Eso no quiere decir que no debamos tomarnos el tiempo para preguntarle cómo hacer mejor nuestro trabajo o ver si hay algo que podemos aprender o mejorar; sin embargo, esas son cosas que podemos hacer mientras dejamos en Sus manos los resultados.
 Recuerden que la felicitación que buscamos del Señor al final del día es: «Hiciste bien, siervo bueno y fiel. En lo poco has sido fiel; te pondré a cargo de mucho más. ¡Ven a compartir la felicidad de tu señor!» —Nina Kole [1]

 Jesús no quiere simpatizantes, sino seguidores. Tony Evans (n. 1949)

[1] Conéctate Año 21, número 9

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