Con frecuencia, Dios elige a las personas menos calificadas para obrar maravillas

Oh Señor, yo jamás he sido hombre de palabras, ni antes ni desde que tú hablas con tu siervo. Porque yo soy tardo de boca y de lengua. (Éxodo 4:10 RVA-2015)

 Moisés se lamentaba de que no era un buen orador, y sin embargo Dios lo eligió para sacar al pueblo hebreo de Egipto. Para el común de las personas hablar en público es lo que les genera más aprensión; lo segundo es la muerte.
 Por eso Moisés debió tener una gran confianza en Dios para aceptar un trabajo tan de cara al público, que además entrañaba no pocos peligros. Y, efectivamente, Dios lo ayudó.
 Por lo visto el apóstol Pedro a veces era bastante impulsivo. A menudo se metía en discusiones y se hizo notorio por negar que conocía a Jesús justo antes que este fuera crucificado. Pese a todo ello, apenas unas semanas después Dios se valió de él para predicar a miles de personas.
 Con frecuencia, Dios elige a las personas menos calificadas para obrar maravillas por intermedio de ellas, de tal manera que no quepa duda de que fue obra de Él.
 A veces nos esforzamos demasiado, trabajamos demasiado y tratamos de hacerlo todo nosotros mismos. Debemos empaparnos de Jesús y dejar que Él ilumine el camino, porque si tratamos de hacerlo nosotros mismos en poco tiempo acabaremos agotados.
 Cuando me acuerdo de dedicar tiempo al Señor e incluirlo en mi vida cotidiana, todo funciona mejor, es más fluido y menos estresante. —Nina Kole [1]

  Al caminar con Jesús, reposando tu mente en Él, aprenderás a conocer Su Palabra, Su voluntad y Sus caminos. Querrás obedecerle, no por obligación, sino como consecuencia de una conexión profunda y sincera. Tu gozo abundará en la medida en que permanezcas en Su amor. —Sue Detweiler

[1] Áncora La fórmula

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