Sin el sacrificio de Jesús
¡El amor de Dios es constante! (Salmos 52:1 NVI)
¡El amor de Dios es constante! (Salmos 52:1 NVI)
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¡Cuánto hay de bueno en nuestra vida! Amigos, familia, salud, felicidad, vivienda, comida en la mesa, oportunidades de gozar de la música, las artes plásticas y la literatura. La Biblia enseña que Dios es el origen de esas bendiciones.
Por maravillosos que sean, esos dones no son sino una pequeña ilustración del amor de Dios. En el ajetreo de la vida cotidiana es fácil
pasar por alto la manifestación más sublime de la bondad divina: el obsequio que nos hizo en la persona de Su Hijo Jesucristo.
Cabe afirmar que Jesús es la bondad de Dios hecha carne. Dios no tenía por qué enviar a Su Hijo; y Jesús no estaba obligado a entregar Su vida por nosotros. Sin embargo, lo hizo, y gracias a ello podemos obtener el perdón de nuestros pecados y adquirir la certeza de una eternidad en la amorosa presencia de Dios.
Sin el sacrificio de Jesús, sin Su sufrimiento en la cruz, sin Su muerte, sin Su resurrección y triunfo sobre el sepulcro, no contaríamos con la promesa de vida eterna.
El presente ejercicio consiste en tomarse unos minutos para agradecerle a Dios el don de la salvación. Agradécele que enviara a Jesús a morir en tu lugar. Dale gracias por los dones del perdón y la redención. —Marge Banks [1]
Oración: Te agradezco, mi Dios, que enviaras a Tu Hijo Jesús para que asumiera el castigo que me correspondía recibir a mí por todos mis errores y pecados. Te ruego que mantengas mi corazón, mis pensamientos y mi vida siempre abiertos a Ti, para que nunca olvide Tu bondad.
[1] Conéctate Año 14, número 7