“Fuera insignificante”

De cierto les digo que esta viuda pobre echó más que todos. (Lucas 21:3 RVA2015)

 Jesús y Sus discípulos se encontraban en el templo observando a la gente que daba sus ofrendas. Un hombre acaudalado se acercó al cofre haciendo alarde de la jugosa suma que donaba. A este le siguió una viuda, que echó sus dos moneditas de limosna, las de más pequeño valor que hubiera podido dar. Refunfuñando, los discípulos comentaron entre sí lo mísera que era su ofrenda; mas cuál no sería su sorpresa cuando Jesús les dijo que ella había dado más que todos, pues había dado todo lo que tenía. (Lucas 21:1–4)
 Si me pongo en el lugar de la viuda, no creo que se sintiera muy orgullosa de su ofrenda. Aunque sabía bien lo que se podía y no se podía comprar con un par de moneditas, no se planteó que su aporte fuera insignificante. La Biblia no nos cuenta nada más sobre aquella viuda, pero me imagino que si alguna vez tuvo más dinero probablemente fue generosa con él.
 Eso es lo que sucede cuando se vive generosamente. Uno siempre puede preguntarse: ¿Qué puedo dar o compartir? ¿Qué tengo yo que alguien por aquí cerca necesita?
 Ya sea que demos desde una situación de abundancia o desde una de escasez, casi siempre podemos dar algo. Nos hace bien a nosotros y también a los demás. —Marie Alvero [1]

 El sentido de la vida no es ser feliz. Es ser útil, ser honorable, ser compasivo, que el hecho de que hayas vivido y vivido bien sea un aporte. Ralph Waldo Emerson (1803–1882)

[1] Conéctate Las moneditas de la viuda

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