Era un secreto entre él y Dios

El amor que tengan unos por otros será la prueba ante el mundo de que son mis discípulos. (Juan 13:35 NTV)

 De buenas a primeras la tarea no suena muy difícil. La palabra amor, sin embargo, además de estar bastante trillada y manoseada, tiene muchos matices. Lo más elocuente es explicarla con acciones. Ahí la cosa se complica. ¿Hasta qué punto te sacrificarías para demostrar amor a los que te rodean?
 Sir Ernest Shackleton, el famoso explorador de la Antártida, relató una vez que cierta noche, en una choza que habían armado de urgencia, él y sus hombres intentaban dormir habiendo racionado ya las últimas galletas que les quedaban. La situación era extrema. Ninguno de ellos tenía asegurado su retorno a la civilización.
 Shackleton percibió un movimiento. Notó que uno de sus hombres se daba vuelta para ver cómo estaban capeando los demás el difícil momento. Seguro de que todos menos él dormían, estiró el brazo por encima del hombre que tenía al lado y tomó su bolsa de galletas. Shackleton quedó petrificado. Confiaba tanto en ese hombre que habría puesto su vida en manos de él. Y, sin embargo, le estaba robando la última galleta a otro hombre. ¿La presión lo había hecho ladrón?
 Enseguida lo vio moverse de nuevo. Sacó la galleta de su propia bolsa, puso las dos en la bolsa del otro hombre y sin hacer ruido puso nuevamente la bolsa al lado de su amigo que seguía durmiendo. Shackleton dijo: «No me atrevo a revelar el nombre de ese tipo. Sentí que aquel acto era un secreto entre él y Dios». —Gabriel García Valdivieso [1]

El amor es un acto de perdón infinito, una mirada de ternura hecha hábito. —Peter Ustinov (1921-2004)

[1] Conéctate Año 21, número 8

Previous
Previous

Nada de eso

Next
Next

Nuestro parecido a Cristo