Nada de eso

En cuanto a la pasada manera de vivir, despojaos del viejo hombre, […] renovaos en el espíritu de vuestra mente, y vestíos del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad. (Efesios 4:22–24)

 A lo largo del Nuevo Testamento se habla del concepto de que debemos despojarnos o deshacernos de ciertos elementos de nuestra vida —tanto pensamientos y emociones como acciones externas que resultan de ellos— que no nos permiten ser más como Cristo.
 Al mismo tiempo, debemos vestirnos —agregar a nuestra vida— de otros atributos que nos vuelven más semejantes a Dios. Para despojarse de algo, claramente es preciso tomar una decisión y actuar. Lo mismo para vestirse de algo.
 Nada de eso —vestirse de bondad, de humildad, de paciencia y de compasión, o desechar la ira, la malicia, la avaricia y los malos deseos— sucede espontáneamente. Son los frutos de una vida transformada y potenciada por el Espíritu Santo, de resultas de seguir las enseñanzas de las Escrituras, de aplicar a diario nuestra fe. Van de la mano con un crecimiento espiritual intencionado, con el desarrollo del carácter cristiano.
 Después que hemos dedicado tiempo y esfuerzo a ejercitarnos, a abandonar malos hábitos y adquirir buenas costumbres, entonces despojarse de lo negativo y vestirse de lo positivo se vuelve más natural, pues gradualmente el Espíritu Santo nos va cambiando. —Peter Amsterdam [1]

 El Espíritu Santo de Dios es el viento que procura empujarnos gradualmente hacia una mayor semejanza con Cristo. Nosotros somos los marineros que tienen que izar la vela, es decir, hacer algo que nos ponga en una situación favorable para aprovechar el Espíritu de Dios, de manera que este nos impulse hacia nuestro ansiado destino. —Michael A. Zigarelli

[1] Áncora Icemos nuestras velas

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