Directas desde el cielo

Confía en el SEÑOR con todo tu corazón y no te apoyes en tu propia inteligencia. Reconócelo en todos tus caminos y él enderezará tus sendas. (Proverbios 3:5-6 ARC)

 La oración no consiste simplemente en ponerse uno de rodillas a expresar su opinión, sino en dejar también que Dios exprese la Suya. Y esperar hasta que conteste. No solo hay que ponerse a orar, sino también hay que sintonizarse con el Espíritu. Y si lo hacen, Él le dirá a cada uno de ustedes lo que tiene que hacer.
 Cada día debería ser un nuevo día, una nueva experiencia, un volver a escuchar la voz del Señor. ¿Por qué vivir con lo que comiste ayer? Hay que comer cada día. Puedes escuchar a Dios cada día, y deberías hacerlo. No hay que escuchar una voz audible. Puede ser simplemente un silbo apacible que sientes en tu interior.
 No pueden confiar en su propia sabiduría, no pueden apoyarse en su propia prudencia. Deben buscar la guía y orientación milagrosa, sobrenatural y poderosa del Espíritu Santo. Es imposible resolver estos problemas por cuenta propia.
 Por eso, recuerden que no pueden resolver estos problemas según su propia sabiduría, su propia fuerza, su propia mente, su propio entendimiento o sus propios esfuerzos por tratar de resolver las cosas. Tendrán que pedirle al Señor que mediante el milagroso poder sobrenatural del Espíritu Santo les dé revelaciones categóricas, rotundas y directas desde el cielo, de Él, que les muestre clara y exactamente qué hacer. —David Brand Berg [1]

 La oración en su máxima expresión es una conversación bidireccional, y para mí lo más importante es escuchar las respuestas de Dios. —Frank Laubach

[1] Áncora El don de profecía

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