Una hermosa vasija

Señor, Tú eres nuestro Padre; nosotros barro, y Tú el que nos formaste; así que obra de Tus manos somos todos nosotros. (Isaías 64:8)

 En este y otros pasajes de la Biblia, se compara al Señor con un alfarero, y a nosotros con la arcilla en Sus manos, la cual Él se propone modelar para formar una vasija que le sea útil.
 El alfarero comienza con un trozo de arcilla y lo coloca en el torno. A medida que la rueda hace girar la arcilla, el artesano le va dando forma, modelando la hermosa vasija que aspira crear. Todo ese tiempo la arcilla tiene que ceder y amoldarse a los movimientos de las manos del ceramista. Toma tiempo.
 A veces el alfarero descubre un defecto. En ese caso, toma el mismo barro, lo aplasta, le añade un poco de agua para ablandarlo y vuelve a trabajarlo y modelarlo hasta hacer una nueva vasija, una vasija mejor.
 Imaginemos por un momento que la vasija tiene sentimientos: probablemente no le resulte nada agradable que su hacedor la aplaste, la golpee, la desfigure y la rehaga. Pero a la larga, gracias a ello se convertirá en una vasija mejor.
 Recuerda lo ya dicho anteriormente: Todo lo que Dios hace, lo hace con amor. Él te está convirtiendo en una hermosa vasija, única y especial para Él.
 Hace de ti una vasija útil, capaz de contener el agua de Su amor, la cual anhela verter por medio de ti para refrescar a otros. No podrías estar en mejores manos. Confía en Él. —Shannon Shayler [1]

 Las personas son como los vitrales. A la luz del sol brillan, pero al caer la noche su verdadera belleza se revela únicamente si hay luz en el interior. —Elisabeth Kübler-Ross

[1] Áncora Dolores de parto de las virtudes cristianas

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