¡Él cuidará de ti!

¡Cómo quisiera tener alas de paloma! ¡Así podría volar, y descansaría! ¡Me escaparía muy lejos de aquí, y me quedaría a vivir en el desierto! ¡Presuroso escaparía del viento borrascoso! ¡Huiría de la tempestad! (Salmos 55:6-8 RVC)

Se celebró en cierta ocasión un concurso de pintura en el que se pidió a los artistas que ilustraran el concepto de la paz. La mayoría de los participantes presentaron cuadros de tranquilas escenas bucólicas que reflejaban una quietud absoluta.

Esas, claro está, son expresiones de paz. Sin embargo, la paz más difícil de alcanzar es la que fue retratada por el cuadro que salió galardonado.

Representaba los rápidos de un río, rugientes, atronadores, cubiertos de espuma por la violencia de la corriente. No obstante, en una ramita que se extendía sobre el agitado río, apenas visible, asomaba un nido en el que gorjeaba serenamente un pajarillo.

Esa paz solo se logra mediante el Príncipe de Paz —Jesús— y la convicción de que, pase lo que pase, Él cuidará de nosotros. —DBB [1]

Que alcances la paz de la ola que corre,

la paz profunda del aire que fluye,

la paz profunda de la tierra callada,

la paz profunda de las fulgurantes estrellas,

la paz profunda de la noche sosegada.

Que la luna y las estrellas derramen sobre ti su luz.

Sea para ti la paz profunda de Cristo, el Hijo de Paz. —Bendición gaélica tradicional

[1] Conéctate Año 14, número 4

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