Un parlanchín incesante

¡Oh que callaran del todo! Ello les sería contado por sabiduría. (Job 13:5 RVA2015)

 ¿Eres de ese tipo de personas a las que les encanta hablar? En ese caso, te pareces a mí. Me encanta charlar con la gente, tanto en persona como por teléfono. También participo activamente en diferentes formas de mensajería en línea y en las redes sociales.
 La capacidad de hablar y comunicarse con los demás es un don de Dios. Por otra parte, un sabio dijo una vez que «hay un tiempo para callar y un tiempo para hablar». (Eclesiastés 3:7)
 Cuando niño yo era un parlanchín incesante. A menudo monopolizaba las conversaciones, interrumpiendo con frecuencia a las personas con comentarios o preguntas antes que terminaran de expresar su punto de vista. Como era de esperarse, con el tiempo me encontré con personas que me hacían lo mismo a mí, lo que me hizo comprender lo que era ser el objeto de esas interrupciones o tener que soportar al que habla sin parar. Por eso desde entonces me esfuerzo por hablar menos y escuchar más, lo cual en términos generales ha contribuido enormemente a mejorar mis relaciones con los demás.
 Aunque contener la lengua no es lo más fácil para algunos de nosotros, a menudo es lo más prudente. «Aun el necio, cuando calla, es tenido por sabio; el que cierra sus labios es inteligente.» (Proverbios 17:28) —Steve Hearts [1]

 Aprendí que la gente podrá olvidar lo que dijiste, o lo que hiciste, pero nunca olvidará cómo la hiciste sentir. —Atribuido a Maya Angelou

[1] Conéctate Ojo con lo que dices

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