Si tenemos a Jesús, somos Sus embajadores

Como me ha enviado el Padre, así también yo los envío a ustedes. (Juan 20:21)

 Se cuenta una anécdota —no podemos confirmar su veracidad— sobre una señora norteamericana cuyo hijo fue nombrado ministro ante la corte de Saint James, el órgano al que se presentan formalmente todos los embajadores de países extranjeros ante el Reino Unido, y que en aquella época era el cargo más prestigioso y de más alta jerarquía del cuerpo diplomático. Sus amigos le comentaron lo orgullosa que se debía de sentir. Para sorpresa de todos, ella les respondió: ¡Y pensar que hubiera podido ser ministro del evangelio y embajador del Reino de Dios!
 Tal vez ustedes y yo no formemos parte de ningún cuerpo diplomático, pero independientemente de quiénes seamos o de dónde vengamos, si tenemos a Jesús, somos Sus embajadores y Él depende de nosotros para que lo representemos y lo demos a conocer. El apóstol Pablo escribió: «Somos embajadores de Cristo; Dios hace su llamado por medio de nosotros. (2 Corintios 5:20) Dios podría aparecerse como un ente sobrenatural para anunciar el evangelio; sin embargo, generalmente opta por hacerlo a través de nosotros.
 El oficio de embajador consta de dos aristas: comunicación y representación. Los primeros cristianos ejercían las dos funciones. Cambiaban la mentalidad de las personas transmitiendo el mensaje de salvación; y transformaban los corazones demostrando con su ejemplo el amor que Dios abriga por cada ser humano, no importaba quién fuera ni de dónde viniera. Hoy el mundo sigue necesitando gente que cumpla esos dos roles. Esa gente somos ustedes y yo. —Gabriel García Valdivieso [1]

 Ser embajador de Cristo significa, en primer lugar, invitar a todos a un renovado encuentro personal con el Señor Jesús. —Papa Francisco

[1] Conéctate Embajadores

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Él a la larga les abrió camino