¿Quiere entonces Dios que seamos felices?

¡Bienaventurado el pueblo cuyo Dios es el Señor! (Salmo 144:15)

 ¿Te has preguntado alguna vez si Dios querrá que seas feliz? Un concepto muy extendido en la literatura cristiana de hoy es el que pregona: «Dios te tiene reservados muchos bienes, muchos favores. Él quiere que disfrutes de la vida, prosperes y seas feliz». Hacemos una migaja de oración para informarle lo que hemos incluido en nuestra lista; así, si nuestro caro deseo no aparece bajo el arbolito, le podemos achacar toda la culpa al viejo barbiblanco por haber defraudado las expectativas que depositamos en él.
 Lo cierto es que, según la Biblia, hay dos cosas que Dios nos pide: Primero, que reconozcamos al Salvador en Su hijo Jesús.
Y segundo, que lleguemos a ser como su Hijo. Él por lo general logra esto introduciendo en nuestra vida situaciones que nos refinan y van puliendo nuestras asperezas. Eso no siempre es placentero ni siempre nos hace felices.
 Por otra parte, el sermón del monte se centra precisamente en la felicidad. (Mateo 5) Jesús enumera nueve temas que harán macarios a Sus seguidores, término griego que figura 50 veces en el Nuevo Testamento y se suele traducir por dichoso o bienaventurado.
 Con todo, la definición que ofrece Jesús de la felicidad difiere mucho de la nuestra. No se trata de una esquiva emoción ni se basa en cosas físicas y materiales.
 ¿Quiere entonces Dios que seamos felices? La respuesta es de cajón: claro que sí. Lo que no quiere es que persigas por tus propios medios una efímera felicidad. Desea más bien que experimentes esa auténtica felicidad y esa dicha duradera que solo Él puede darnos. —Ronan Keane [1] 

Dios diseñó la máquina humana para que funcionara propulsada por Él. […] Por eso de nada sirve pedir a Dios que nos haga felices a nuestro tenor, sin molestarnos con la religión. Dios no puede proporcionarnos felicidad y paz separados de Él, porque no se encuentra ahí. —C.S. Lewis

[1] Conéctate Dos clases de felicidad

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