Por momentos debió de ser durísimo para ellos.
Que el Dios de esperanza los llene de todo gozo y paz en el creer, para que abunden en la esperanza por el poder del Espíritu Santo. (Romanos 15:13 RVA-2015
Podemos imaginarnos lo difícil que debió de ser para María ir de Nazaret a Belén cuando estaba a punto de dar a luz. Ese viaje de más de 100 kilómetros —ya fuera a pie o a lomo de burro— debió de agotarla tanto que le indujo el parto.
Tal vez José también se sentía abrumado, cansado y atormentado por las dudas: ¿Cómo es que no había buscado una mejor manera de trasladarse? ¿Cómo es que no se le había ocurrido hacer el viaje antes? Quizás estuvo a punto de hundirse en la desesperación al llegar a Belén y no encontrar un lugar para hospedarse.
Es muy posible que en algún momento José y María temieran fracasar en la misión trascendental para la que habían sido elegidos: la de traer al mundo, que tan perdido y oscuro estaba, al portador del amor y la luz de Dios.
Mucho dependía de José y María, quienes aparte del llamamiento particular que habían recibido para constituirse en los padres terrenales de Jesús eran personas comunes y corrientes, como nosotros. Por momentos debió de ser durísimo para ellos. Desde esa perspectiva, nuestras desgracias y dificultades se ven bastante manejables, por mucho que las agrande y que a veces me parezcan abrumadoras.
Podemos poner nuestra esperanza en el «Dios de la esperanza» que ha prometido llenarnos de Su paz y alegría, sabiendo que nada puede separarnos del amor de Dios y nunca estamos solos en las batallas de esta vida. —Lily Sridhar [1]
La Navidad es más Navidad que nunca cuando la celebramos llevando la luz del amor a quienes más la necesitan. —Ruth Carter Stapleton (1929-1983)