Pero sí prometió

Bienaventurado aquel cuya ayuda es el Dios de Jacob, cuya esperanza está puesta en el SEÑOR su Dios. (Salmo 146:5)

 «Mientras dura, la religión del culto a uno mismo es la mejor. Tengo un conocido, un señor mayor, de unos ochenta años, que ha llevado una vida de auto-admiración y egoísmo ininterrumpidos desde su más tierna infancia, y que es más o menos —me duele decirlo—, uno de los hombres más felices que conozco. ¡Desde el punto de vista moral eso es sumamente difícil!» (C.S. Lewis)
 La felicidad es desde luego fenomenal. Sin embargo, me temo que mucha gente tiene un concepto erróneo de lo que significa en realidad. El coterráneo de C.S. Lewis conocía un tipo de felicidad, la de carácter superficial, la basada en aquello de que "Sólo se vive una vez". Existe, no obstante, otro tipo de felicidad que perdura a pesar de las circunstancias y que además es eterna: la paz y contentamiento que provienen de conocer a Dios y gozar de una relación con Él.
 Es natural abrigar tristeza por el estado del mundo, afligirse por alguna pérdida, padecer por estar inmerso en una relación desdichada y otras penas semejantes. Dios no prometió al creyente una vida espléndida, de   placeres fáciles; pero sí prometió estar siempre a tu lado, que pondría Su mano sobre Tu vida y que haría que todas las cosas redunden en tu bien cuando lo amas y lo sigues. —Gabriel Garcia Valdivieso [1]

 Una gran fe no es la que siempre camina en la luz y no sabe de tinieblas, sino la que persevera a pesar de los aparentes silencios de Dios. Esa fe sin duda y con certeza obtendrá su recompensa. —Father Andrew (1869–1946)

[1] Conéctate Año 21, número 11

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