Nuestro carácter y vocación

El que camina en integridad anda confiado. (Proverbios 10:9 RVA2015)

 Un recuerdo imborrable de mi infancia es el de un niño de mi edad que caminaba con muletas … —Es la polio —me explicó mi madre cuando el niño ya no podía oírnos—. Su pierna corta ha dejado de crecer. —¿Se recuperará alguna vez? —pregunté. —No —dijo mi madre—, el daño es permanente. Imaginé lo que debió de sentir aquel niño, sabiendo que nunca gozaría de plena integridad física.
 La mayoría de nosotros puede dar gracias a Dios por tener las dos piernas sanas. Dios también nos dotó de dos pilares fundamentales para la vida, que son aún más importantes para nuestro bienestar general: quiénes somos —es decir, nuestra identidad en Cristo—, y qué hacemos, nuestro carácter y vocación. Mientras ambos se construyan sobre el debido cimiento y lo hagan a ritmo constante, nuestra vida tendrá simetría y equilibrio. En cambio, si nos concentramos en uno de ellos en desmedro del otro, perdemos ese equilibrio. Y como suele ocurrir, si lo que se descuida es lo que somos, nuestro crecimiento emocional y espiritual podría truncarse.
 Afortunadamente, a diferencia de las discapacidades físicas causadas por la poliomielitis y otras enfermedades incapacitantes, siempre podemos esforzarnos para devolver a nuestra vida el equilibrio adecuado, y Dios siempre está encantado de trabajar con nosotros con miras a ese fin. Es más, Él quiere ayudarnos a alcanzar todo nuestro potencial y convertirnos en las personas que sabe que podemos llegar a ser. —Keith Phillips [1]

 Los buenos hábitos no se hacen en los cumpleaños ni el carácter cristiano se forja en el año nuevo. … El taller en que se forja el carácter es la vida cotidiana. Los momentos en los que se gana o se pierde la batalla son los comunes y corrientes. Maltbie Davenport Babcock

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