Nos aguarden al doblar la esquina.
No menosprecien estos modestos comienzos. (Zacarías 4:10 NTV)
Días normales. Todos hemos tenido nuestra cuota de esos, ¿verdad? Entre el trabajo, los plazos que cumplir, los quehaceres, compromisos, llamadas telefónicas, cuidar de nuestra familia, cocinar, limpiar y lavar la ropa —que probablemente figura cerca del último lugar de la lista—, al final de la jornada quedamos extenuados y contrariados y con la sensación de que no estamos logrando nada importante ni acercándonos siquiera a la consecución de nuestras metas.
Diríase que si yo quiero sacar el máximo de provecho a mis días normales o cambiar algo en mi vida, tengo que comenzar dando pequeños pasos en ese sentido. La mayoría de los niños no empiezan a caminar o a montar en bicicleta de un día para otro. La medalla de oro que muestra orgullosamente el atleta ante las cámaras es el resultado de muchos días normales de entrenamiento constante.
Son los días normales los que forjan el carácter. Son esos días normales en que tomamos las decisiones acertadas y actuamos criteriosamente los que moldean nuestro futuro. Hagamos todo lo posible por dar lustre a nuestros días normales. ¿Quién sabe? Tal vez los grandes momentos nos aguarden al doblar la esquina. —Li Lian [1]
Al pensar en cómo podemos ser un gran aporte al mundo, no debemos pasar por alto los pequeños aportes que podemos hacer cada día y que a lo largo del tiempo se suman hasta llegar a ser importantes contribuciones que muchas veces resultan difíciles de prever. —Marian Wright Edelman
[1] Conéctate Días normales