Te preguntas…
Entrega al Señor todo lo que haces; confía en Él, y Él te ayudará. Él hará resplandecer tu inocencia como el amanecer, y la justicia de tu causa brillará como el sol de mediodía. (Salmo 37:5–6 NTV)
A medida que enfrentas este tiempo de pruebas, te preguntas: «¿Por qué, Señor? ¿Por qué tengo que pasar por tantas y tan penosas batallas? ¿Es que no te agrado? Tú sabes que te amo. ¿Por qué razón me pasan estas cosas?»
A lo largo de los siglos, muchos cristianos se han hecho preguntas parecidas. En cada uno de los casos se debió a que Mi Espíritu se apoderaba de ellos, ya que a menos que se hicieran débiles, mi poder no podía perfeccionarse en ellos. A menos que fueran quebrantados, no podía enseñarles a tener compasión; no podía darles la comprensión y desvelo que debían tener por los demás. No podía darles los muchos y hermosos dones de Mi Espíritu que nacen de esos quebrantamientos y batallas.
Con estos padecimientos te estoy enseñando a luchar, no con tus propias fuerzas, sino con las Mías en oración, acudiendo a Mí en todo lo que ocurra en tu vida. Te amo y te he llamado a ser uno de Mis discípulos. Has pedido ser de utilidad en Mi Reino, y estoy respondiendo a tu oración. Confía y pon los ojos en Mí. —Jesús [1]
A veces me duele el corazón cuando extraño algo, pero siempre es un tierno recordatorio de que renunciar a todo bien vale la pena. —Katie Davis
[1] Áncora Espera paciente