Nadie duda de las bondades de hacer planes para el futuro
Todas las promesas que ha hecho Dios son «sí» en Cristo. Así que por medio de Cristo respondemos «amén» para la gloria de Dios. (2 Corintios 1:20 NVI)
Nadie sabe qué le deparará el futuro. Sin pestañear le deseamos a alguien un feliz año el primero de enero, cuando en realidad es poco lo que podemos hacer para incidir en el curso que tomarán los acontecimientos para esa persona.
Nadie duda de las bondades de hacer planes para el futuro y echar cimientos sólidos sobre los cuales edificar nuestra vida personal y profesional. Empero, todos sabemos que el año traerá circunstancias y sucesos imprevistos y que nuestra capacidad de influir en ellos es más bien reducida.
Eso de por sí no es malo, siempre que nos recuerde que al fin y al cabo nuestra felicidad y seguridad, y las de nuestros seres queridos, están en manos de Dios. Quizás en vez de desear a nuestros allegados que gocen de algunas de las señales externas de felicidad debiéramos desearles que estén conectados con la fuente de todos esos bienes, el Padre amoroso que nos promete: «No te desampararé, ni te dejaré».
Ya sea que este año nos traiga prosperidad o adversidad, salud o enfermedad, amor o desengaños, podemos tener la certeza de que contamos con el amor y la presencia de Dios, con Sus recursos para responder a nuestras oraciones y con Su inamovible propósito de hacer que todo redunde en bien para los que son hijos Suyos y lo aman. Dios nunca olvida Sus promesas y nunca es incapaz de cumplirlas.
Que Dios te bendiga con Su presencia y vele por ti este año. —Gabriel García Valdivieso [1]
El día de ayer se esfumó. Mañana aún no ha llegado. No tenemos sino el día de hoy. Empecemos. —Madre Teresa (1910–1997)
[1] Conéctate Un deseo con otro acento