A través del velo
Así que, hermanos, tenemos libertad para entrar en el Lugar Santísimo por la sangre de Jesucristo, por el camino nuevo y vivo que Él nos abrió a través del velo, esto es, de Su carne. También tenemos un gran sacerdote sobre la casa de Dios. Acerquémonos, pues, con corazón sincero, en plena certidumbre de fe, purificados los corazones de mala conciencia y lavados los cuerpos con agua pura. (Hebreos 10:19-22 RVR95)
Al instruir a Sus discípulos —y en última instancia a todos nosotros— para que oraran en Su nombre, Jesús nos estaba diciendo que tenemos el derecho de presentarnos con convicción frente al trono de la gracia de Dios, porque somos miembros de la familia de Dios al haber aceptado el sacrificio de Jesús por nuestros pecados.
Antes del nuevo pacto establecido por la muerte de Jesús en la cruz, los fieles tenían acceso a Dios y a la redención de los pecados a través del sistema de sacrificios del templo.
Se consideraba que Dios moraba en el Lugar Santísimo, en lo más recóndito del templo, que estaba dividido del resto del templo por una cortina gruesa. Solo el sumo sacerdote podía pasar al Lugar Santísimo, y solo un día al año.
Cuando Jesús murió, el velo se rasgó en dos. Desde Su muerte y resurrección y la concesión del Espíritu Santo, tenemos acceso directo a Dios, lo cual es un privilegio. —P. Amsterdam [1]
El Padre Nuestro es la oración cristiana fundamental. Por lo tanto, es a partir de esta oración del Señor que podemos entender lo que es la oración. La oración del cristiano es hablar con Dios llamándole Abba, Papá, Padre. —Anónimo
[1] P. Amsterdam Áncora El eterno plan de Dios