La felicidad es

 Arraigados y cimentados en amor, puedan comprender, junto con todos los santos, cuán ancho y largo, alto y profundo es el amor de Cristo; en fin, que conozcan ese amor que sobrepasa nuestro conocimiento. (Efesios 3:17-19 NVI)

 La felicidad se compone de muchos elementos: está en la sonrisa de un niño, en los destellos dorados de un amanecer, en el cálido abrazo de un ser querido, en la salud tras una enfermedad.

 Pero esa clase de felicidad es transitoria: los niños no siempre sonríen, y puede que haya nubarrones que oculten el amanecer, que un ser querido se vaya a otra parte o que la enfermedad no pase.

Hay otra felicidad que es más profunda y duradera: es la que inunda el alma cuando uno alcanza a comprender la profundidad, la anchura y la altura del amor que Dios siente por cada uno de nosotros, un amor que Su Hijo Jesús personifica.

 Al hallar a Jesús descubrimos que, sean cuales sean nuestras debilidades y defectos, por muy profundo que sea nuestro desaliento, tenemos una fuerza a la que recurrir, una esperanza en la que apoyarnos, un amor en el que  refugiarnos.

 Ciertamente, «bienaventurado el pueblo cuyo Dios es el Señor» (Salmo 144:15).—Conéctate [1]

Mantén tus pensamientos positivos,
porque tus pensamientos se convierten en tus palabras.
Mantén tus palabras positivas
porque tus palabras se convierten en tus acciones.
Mantén tus acciones positivas
porque tus acciones se convierten en tus hábitos.
Mantén tus hábitos positivos,
porque tus hábitos se convierten en tus valores.
Mantén tus valores positivos
porque tus valores se convierten en tu destino. —Mahatma Gandhi

[1] Conéctate Año 17, número 2

Previous
Previous

Fe para obedecer

Next
Next

Gracia