Fue el Señor
Ni es resultado de las obras, para que nadie se vanaglorie». (Efesios 2:9 RVC)
Para la gente, es alentador saber que no eres perfecto, que ni sus líderes son perfectos, que son humanos. Fíjate en Moisés. Fíjate en el rey David. Fíjate en José. Hay toda una retahíla de casos así en la Biblia, y en la historia de la iglesia.
Todos eran hombres. Hombres de fe, pero todos tenían los pies de barro, y todos cometieron errores y el Señor les tenía que mostrar que eran hombres de carne y hueso, tan débiles como nosotros, y que se equivocaban lo mismo que nosotros, y que todo lo bueno que se lograba se debía al Señor.
Todo se tenía que deber al Señor, porque se convirtieron en unos ejemplos magníficos, no de su propia grandeza, sino de que dependían enteramente del Señor. Dios fue glorificado, porque a veces dieron un ejemplo terrible y eso demostró que únicamente el Señor los pudo sacar adelante.
Fue el Señor el que los salvó. Fue el Señor el que les dio la victoria al final. No fueron ellos mismos, sino el Señor. —DBB [1]
No creo que en el Cielo habrá rangos de nobleza, ni que los cristianos pobres estarán detrás de la puerta. Creo que la unión entre nosotros será tan grande que las distinciones se perderán del todo, y que nuestra comunión, interés y convivencia serán de tal manera que no habrá posesiones privadas, rangos ni honores particulares, porque allí seremos, en la máxima medida, ¡uno en Cristo! —Charles Spurgeon
[1] Áncora No hay margen para la jactancia