El tener posesiones
No os hagáis tesoros en la tierra, donde la polilla y el moho destruyen, y donde ladrones entran y hurtan; sino haceos tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el moho destruyen, y donde ladrones no entran ni hurtan. (Mateo 6:19–20)
En la Palestina de los tiempos de Jesús la gente solía guardar sus objetos de valor —bienes y monedas— en un depósito o caja fuerte en su casa o enterrados bajo el piso o en otro lugar. Los más adinerados tenían también vestiduras finas que constituían una forma de riqueza. Los metales preciosos eran susceptibles de corroerse o ser objeto de robo, las polillas podían dañar la ropa fina y los roedores comerse los cereales almacenados en graneros. Con estos ejemplos, Jesús demuestra lo temporales y efímeras que son las posesiones terrenales: no perduran ni nos acompañan a la otra vida.
(Jesús) No censura la posesión de bienes. La Escritura alaba a las hormigas que acopian comida para el invierno y recrimina a los que no procuran sustento para su familia. Se nos invita asimismo a disfrutar de lo que Dios ha creado. De modo que Jesús no censura ni el tener posesiones, ni el hacer preparativos para el futuro, ni el disfrute de lo que Dios nos ha concedido.
Lo que Jesús repudia es el amor a las posesiones y el tener la acumulación de bienes como objetivo principal o fuente de alegría.
Hay muchos fines que, aun siendo perfectamente legítimos, si los motivos por los que los perseguimos no son buenos, desentonan con las enseñanzas de Jesús. Si nos apartan de los valores del reino de Dios, son malos tesoros. —Peter Amsterdam [1]
«Hacernos tesoros en la Tierra» no significa ser previsores (y hacer preparativos sensatos para el futuro), sino ser codiciosos (como los avaros que disfrutan acumulando y los materialistas que siempre desean más). Esa es la verdadera trampa de la que Jesús nos previene aquí. —John Stott
[1] Conéctate ¿Qué atesoramos?