Silbo apacible y delicado
Habla, Señor, Tu siervo oye. (1 Samuel 3:10)
Para muchas personas, la oración es un monólogo; las únicas que hablan son ellas. Dicen: «Oye, Señor, Tu siervo habla», en vez de orar como Samuel, el niño profeta, que a los cinco años dijo: «Habla, Señor, Tu siervo oye».
La oración no consiste simplemente en ponerte de rodillas y decir lo que tú quieres, sino en dejar que Dios te diga también lo que Él quiere. Por eso cada uno de nosotros debe conocer personalmente al Señor, estar lleno del Espíritu Santo, dejarse dirigir de manera individual por el Espíritu a fin de poder buscar nosotros mismos.
Todos necesitamos escuchar a Dios. No es preciso que lo oigas en voz alta, que sea una voz audible. Puede ser simplemente ese «silbo apacible y delicado» que sientes en tu interior. A veces ni siquiera se expresa con palabras, y es solo una impresión que te da. Dios no tiene que comunicarse forzosamente por medio de palabras; puede darte una simple sensación, una imagen o una idea.
El Espíritu de Dios es como una emisora que transmite a toda hora; uno solo tiene que aprender a sintonizarse. —DBB [1]
Solía pedirle a Dios que me ayudara. Luego le pregunté si podía ayudarle a Él. Terminé pidiéndole que hiciera Su obra a través de mí. —Hudson Taylor (1832-1905)
[1] DBB Áncora Comunicación celestial