Paz en el corazón
He aquí, os doy nuevas de gran gozo, que será para todo el pueblo: que os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es Cristo el Señor. (Lucas 2:10-11)
Los infaustos sucesos de años recientes han dejado numerosos interrogantes en la conciencia popular: «¿Por qué hay tanto dolor y luchas fratricidas? ¿Por qué la matanza de los inocentes? ¿Por qué tantos flagelos y pesares?» Las tinieblas son cada vez más densas y el frío más álgido. El sol se pone, cae la noche y el mundo busca un rayo de esperanza. Esa esperanza está entre nosotros.
Aunque llegó al mundo como una criaturita indefensa, trajo consigo los más excelsos dones de parte de Dios. Una vez que se hizo grande, los fue desenvolviendo de uno en uno, enseñándonos a amar a Dios y al prójimo.
Años después, al morir por nosotros, nos dejó el más grandioso de todos los obsequios: la promesa de vida eterna en el Cielo cuando nuestro tránsito por la tierra haya tocado a su fin.
Jesús anhela envolver de paz el corazón de todos los hombres. Él ve la miseria, el dolor y la angustia de quienes tienen el corazón apesadumbrado. Ve a los débiles y a los que desmayan. Ve a quienes tiemblan de miedo ante el ayer y ante el porvenir. Ve a los perseguidos y a los asolados por la guerra, a los despojados de toda esperanza y de una oportunidad de vivir en paz. Él escucha nuestros lamentos y nos extiende la mano con amor.
Nos ofrece una salida, una ruta de escape de nuestros conflictos internos, de nuestras pesadillas y de desesperanza. «No se turbe vuestro corazón —nos dice—. Creéis en Dios, creed también en Mí». «La paz os dejo, Mi paz os doy; Yo no os la doy como el mundo la da». «En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, Yo he vencido al mundo.» —Keith Phillip [1]
El Hijo de Dios se volvió hombre para permitir a los hombres hacerse hijos de Dios. - C. S. Lewis
[1] Keith Phillip Áncora Pensamientos sobre la Navidad