Aunque te consideres…
¡Canten alegres al Señor, habitantes de toda la tierra! Entremos por Sus puertas y por Sus atrios con alabanzas y con acción de gracias; ¡alabémosle, bendigamos Su nombre! (Salmo 100:1,4 RVC)
El Señor bendice que vengas a Su presencia con alabanza y acción de gracias. Al Señor le encanta la alabanza; el Altísimo y el Santo mora en las alabanzas de Su pueblo. La fragancia del Señor está en el perfume de las alabanzas de Sus hijos. Le gusta oler nuestras oraciones igual que la fragancia de las flores.
Él hizo todas las cosas para que lo glorificaran, y todas las cosas fueron creadas para alabar al Señor. Como un mar sonoro, la espléndida Creación de Dios vibra y palpita primorosamente con sonidos vivos. «¡Toda la naturaleza canta a Cristo, nuestro Rey!» Las mismas piedras prácticamente le cantan al Señor entonando Sus alabanzas. Aun las criaturitas más viles y feas pueden alabar al Señor y cantar alabanzas a Jesús. ¡Toda Su creación lo alaba, todos entonan Sus alabanzas! Hasta las ranas lo alaban. ¡Cuando se juntan todas emiten un hermoso ruido que es un canto de alegría!
Aunque no seas sino una humilde rana, puedes hacer lo mejor posible por el Señor. Aunque te consideres fea, pequeña y despreciable, ¡de todos modos puedes glorificar a Dios! Por eso, aunque creas que no sabes cantar, ¡puedes levantar la voz y alabar al Señor!
Aunque solo sepas croar por Jesús, ¡por lo menos puedes cantar alegre al Señor! «¡Todo lo que respira alabe al Señor! ¡Aleluya!» —DBB [1]
El mundo resuena con alabanzas. Yo creo que nos encanta ponderar lo que disfrutamos ya que la ponderación no se limita a expresar el gozo, sino que lo consuma: es su consumación señalada. —C.S. Lewis
[1] Áncora ¿Por qué desea Dios nuestra alabanza?