¡Jamás he realizado sacrificio alguno!

Me hiciste conocer los caminos de la vida; me llenarás de gozo con Tu presencia.  (Hechos 2:28)

 Cuando pases por una temporada difícil, para poder ver las cosas objetivamente te vendrá bien tener en cuenta lo que han padecido otras personas.
 Fijémonos por ejemplo David Livingstone. Llamado el apóstol de África, nació en la pobreza y desde pequeño tuvo que esforzarse mucho para hacerse de unos estudios mientras mantenía a su familia. Ya de joven, cuando decidió dedicarse de lleno a las misiones, fue objeto de burlas y escarnios. Hasta sus seres queridos intentaron disuadirlo. Al llegar finalmente a África, enfrentó un escollo tras otro. No solamente las dificultades de la existencia cotidiana y los peligros naturales, sino también muchas pruebas espirituales.
 Sin embargo, puso la mirada más allá de su coyuntura, como lo reflejan las palabras que dirigió a estudiantes de la Universidad de Cambridge: «La ansiedad, la enfermedad, el sufrimiento, los ocasionales riesgos y la nostalgia de las comodidades y beneficios de la vida podrán entorpecer nuestra marcha, hacer que nuestro espíritu vacile y nuestro ánimo decaiga. Pero solo por breves momentos. Esas cosas no son comparables en nada con la gloria que más adelante ha de ser revelada en nosotros y para nosotros [en el cielo]. ¡Jamás he realizado sacrificio alguno!» —Shannon Shayler [1]

 Todo lo que Dios nos envía abunda en bendiciones. Dios es bueno, obra el bien y únicamente el bien; y lo hace de continuo. Podemos tener la certeza de que tanto los tiempos de prosperidad como los momentos adversos abundan en bendiciones. No es necesario aguardar hasta ver el motivo por el que Dios nos ha afligido. El simple conocimiento de que todas las cosas redundan en bien a los que aman a Dios debiera satisfacernos. —Hudson Taylor

[1] Áncora La cura para las quejas

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¿Con cuánto basta, entonces?