Por increíble que parezca

No es que ya lo haya alcanzado, ni que ya sea perfecto, sino que sigo adelante, por ver si logro alcanzar aquello para lo cual fui también alcanzado por Cristo Jesús. (Filipenses 3:12 RVC)

Se suele decir que la vida es una escuela y esa puede ser una buena analogía. Dios permite que nos sucedan toda suerte de contratiempos para ponernos a prueba, para ver nuestra reacción, para impartirnos ciertas enseñanzas y para ayudarnos a madurar. Por supuesto, Su propósito es que nos beneficiemos de esas experiencias, nos apliquemos, nos tomemos esas enseñanzas a pecho, les saquemos provecho y desarrollemos al máximo todas nuestras posibilidades.
 En resumidas cuentas, las pruebas de la vida las concibe Él para que nos convirtamos en las personas que quiere hacer de nosotros y que sabe que podemos llegar a ser. Para ayudarnos a hacer progresos, Dios se sirve —por increíble que parezca— de nuestras debilidades. Todo el mundo las tiene. Y Dios las permite por diversos motivos, basándose en lo que sabe que necesitamos y lo que originará el mayor bien.
 Entre otras cosas, las flaquezas nos enseñan humildad, paciencia, compasión y otras virtudes; por otra parte, resaltan la fuerza de la oración, lo cual contribuye a que vivamos más estrechamente unidos a Dios y a que dependamos más de Él. Asimismo, nos ayudan a entender mejor a los demás, lo que nos pone en mejor situación para sentir empatía y tenderles una mano cuando se enfrentan a pruebas o dificultades.
 Nuestras debilidades están para ayudarnos. Y nos reportan beneficios cuando las aprovechamos para aprender y por medio de ellas nos acercamos más a Dios. —Maria Fontaine [1]

Dios no nos da todo lo que queremos, pero cumple Sus promesas, nos dirige por los mejores y más directos caminos hacia Él. —Dietrich Bonhoeffer

[1] Áncora Calificaciones aprobatorias en la escuela de Dios

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