La plenitud de Dios
Y de conocer el amor de Cristo, que excede a todo conocimiento, para que seáis llenos de toda la plenitud de Dios. (Efesios 3:19 RVR1995)
Describir a Dios puede ser una tarea harto difícil. Su personalidad presenta múltiples facetas. Su carácter es insondable. Aparte de eso, todos nos hallamos en una etapa distinta de desarrollo, y nuestra relación con Dios evoluciona a través de los años.
Por las representaciones artísticas y religiosas que se han hecho de Él, muchos tienen el concepto infantil de que es un anciano de barbas que vive en un plano superior al nuestro, desde el cual nos observa, y que poco o nada interviene en nuestros asuntos. Es un desacierto.
Sin embargo, si queremos ahondar en nuestro conocimiento de Dios no podemos quedarnos con esas imágenes pueriles. Dios mismo quiere que maduremos y lo descubramos en Sus numerosas vertientes y dimensiones, que conozcamos de primera mano Sus variados atributos, como son Su sabiduría, Su poder de sanación, Su consuelo, Su auxilio en tiempos de angustia y tantísimos más.
Si bien ninguno, ni el santo más puro ni el teólogo más entendido, puede llegar a comprender cabalmente a Dios, Su Palabra nos da algunas pistas. Por sobre todo, nos enseña que Dios nos ama fervientemente pese a todas las embarradas que cometemos. Su amor es permanente, incondicional y perfecto. — Gabriel García Valdivieso [1]
Cuanto más nos dejamos llevar por Dios, más nos convertimos en nosotros mismos, porque Él nos hizo. Él nos creó. Inventó todos los tipos de personas que estábamos destinados a ser. Cuando me vuelvo hacia Cristo, cuando me entrego y adopto Su personalidad, por primera vez adquiero una verdadera personalidad propia. —C. S. Lewis (1898–1963)
[1] Gabriel García Valdivieso Conéctate Año 15, número 5