Auto-control

 No os conforméis a este mundo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál es la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta. (Romanos 12:2 RV 1995)

El secreto para adquirir dominio propio radica en rendir nuestra vida a Dios y dejar que Su Espíritu Santo guíe nuestros pensamientos, nuestros actos y nuestra vida.
 Eso no quiere decir que no vayamos a tener tentaciones, ni necesidad de esforzarnos para superar nuestros malos hábitos y debilidades. Es obvio que tenemos que poner de nuestra parte.

 Cuando la tentación toque a nuestra puerta, debemos oponerle resistencia; precisamos fortalecer los puntos flacos de nuestra personalidad. Pero la realidad es que, en algún momento, todos caemos en la tentación, nos dejamos llevar por nuestras debilidades o nos excedemos en cosas que estarían bien si las hiciéramos con mayor moderación.

 El apóstol Pablo bien podría haber estado hablando por cualquiera de nosotros cuando dijo: “Yo sé que en mí, es decir, en mi naturaleza de hombre pecador, no hay nada bueno; pues aunque tengo el deseo de hacer lo bueno, no soy capaz de hacerlo. No hago lo bueno que quiero hacer, sino lo malo que no quiero hacer”.

 De todos modos, Pablo encuentra luego la respuesta: “Solamente Dios, a quien doy gracias por medio de nuestro Señor Jesucristo”. —Rafael Holding [1]

 Sin embargo, es necesario algo más que fuerza de voluntad para que haya un autocontrol duradero. Hace falta un poder mayor que el de nosotros mismos: «Dios no nos ha dado un espíritu de timidez, sino de poder, de amor y de dominio propio». (2 Timoteo 1:7) —Rick Warren

[1] Rafael Holding Áncora Dominio propio desde una perspectiva bíblica

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