Jesús no se avergonzó de Sus cicatrices
Hagan brillar su luz delante de todos, para que ellos puedan ver las buenas obras de ustedes y alaben al Padre que está en el cielo. (Mateo 5:16 NVI)
Todos tenemos experiencias en la vida que nos dejan cicatrices y —ya sea que las cicatrices sean físicas o emocionales— a menudo tratamos de ocultarlas por miedo a la opinión de los demás. Estas cicatrices podrían ser algo de lo que nos sentimos avergonzados e intentamos esconder, como heridas enterradas del pasado, luchas internas que enfrentamos, rasgos físicos de los que no estamos orgullosos, etc. A lo largo de mi vida he aprendido que ser transparente acerca de las cicatrices en lugar de ocultarlas brinda mucha libertad.
Si lo piensas, Jesús también tenía cicatrices. Incluso después de Su resurrección milagrosa, todavía tenía marcas de clavos en las manos y un agujero en su costado donde había sido traspasado. Aunque podía perfectamente hacerlas desaparecer, no solo eligió mantenerlas, sino que se las mostró voluntariamente a Sus seguidores para demostrarles que realmente había resucitado, tal como había prometido que lo haría.
Entonces, si Jesús no se avergonzó de Sus cicatrices, ¿por qué deberíamos avergonzarnos de las nuestras, sean las que sean? ¿Por qué dudar en liberar nuestra verdadera belleza interior, aunque esté envuelta en dolor? Cuando elegimos dejar que nuestras cicatrices se vean en lugar de ocultarlas, la luz y el amor de Dios pueden resplandecer a través de ellas, causando un impacto indeleble en la vida de los demás para Su gloria. «Hagan brillar su luz delante de todos, para que ellos puedan ver las buenas obras de ustedes y alaben al Padre que está en el cielo» —Steve Hearts [1]
Nunca te avergüences de una cicatriz. Simplemente significa que fuiste más fuerte que lo que intentó hacerte daño. —Desconocido
[1] Áncora ¿Por qué ocultar nuestras cicatrices?