He ahí el secreto

Porque yo, el SEÑOR, no cambio. (Malaquías 3:6)

 Una verdad que no admite duda es que difícilmente hay algo que se conserve igual con el paso del tiempo. A mucha gente eso le genera conflicto. Por una parte, hay personas muy ávidas de cambio.
 Por otra parte, hay gente nada deseosa de innovaciones y alteraciones, que vive feliz con las cosas como son. Aun así, hasta esos conservadores empedernidos son muy conscientes de que el cambio es inevitable y que el mundo y la sociedad viven un continuo proceso de transformación. Los hijos crecen y se van de casa, nuestro cuerpo envejece y pare usted de contar.
 Los cambios desde luego pueden ser peliagudos. Sea un cambio de hábito, de trabajo o de casa, por citar algunos, todos suelen presentar dificultades. Y es curioso, pero cuando más cuestan es cuando nos los imponen de golpe o sin nuestra venia.
 La Biblia nos indica que lo que nunca cambia es Dios. Nos enseña además que Su carácter inmutable es precisamente lo que nos garantiza paz y serenidad aun cuando todo a nuestro alrededor resulte inconstante y voluble. Dios obra en nuestros cambios y vicisitudes y con ellos nos impulsa hacia nuevos y mejores horizontes donde gozamos de mayor cercanía con Él. «Sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas cooperan para bien.»
 He ahí el secreto para, no solo abrazar el cambio, sino acogerlo con entusiasmo. —Gabriel García Valdivieso [1]

 ¿Qué pasaría si les dijera que en 10 años su vida no variaría un ápice? Dudo que les haría gracia. Entonces ¿por qué tanto miedo al cambio? —Karen Salmansohn

[1] Conéctate Un Dios inmutable en un mundo mudable

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