Esas palabras de aliento
Cada uno de nosotros debe agradar a su prójimo en lo que es bueno, con el fin de edificarlo. (Romanos 15:2 RVC)
En algún momento a todos nos ha pasado que unas palabras de aliento influyeron palpablemente en nuestro humor o alteraron radicalmente el curso de los acontecimientos, por el solo hecho de que nos inspiraron y cambiaron el cariz de la situación.
Tal vez nos encontrábamos al borde del colapso, y esa infusión de ánimo nos abrió todo un nuevo horizonte de posibilidades. O simplemente estábamos agotados después de una larga jornada, y esas palabras de aliento nos reconfortaron y nos devolvieron las energías.
Tratar de infundir ánimo a quienes me rodean. Es algo muy sencillo que puede estimular a alguien a desarrollarse en toda su capacidad.
¿Hay algún compañero de trabajo o familiar con quien tienes una relación un poco estéril? Intenta hacer uso del poder del aliento y verás cómo esa relación mejora, se revitaliza y se renueva. —Irena Žabičková [1]
Hay una calma que conoce quien confía,
que aplaca penas y melancolías.
Hay una paz que invade el interior
cuando el temporal ruge alrededor.
Hay una luz que brilla bella y pura
cuando el peligro acecha en la hora oscura.
Con fe, alabanza y ruego uno se calma.
La paz aun en la tempestad se alcanza.
Y esa luz, del Cielo mismo emana. —Giles Fletcher (1588)
[1] Conéctate Año 19, número 7