Alas como las águilas
Si tomare las alas del alba y habitare en el extremo del mar, aun allí me guiará Tu mano y me asirá Tu diestra. (Salmo 139:9-10)
La gente siempre ha soñado con tener alas, una forma de elevarse por encima de la vida que lleva en la tierra y sus pesares. Parece ser algo innato en los seres humanos eso de sentirnos confinados y descontentos con nuestro entorno. Nos convencemos de que más allá —detrás de ese cerro o cruzando tal charco— todo será más fácil, más auspicioso, y seremos más libres.
Hay otro versículo en el que el salmista se hace eco del deseo de alejarse de todo. Dice: «¡Quién me diese alas como de paloma! Volaría yo, y descansaría.» (Salmo 55:6) Pero él conocía el secreto para hallar ese sitio magnífico, apartado de todo el bullicio, y nos lo reveló: «El Señor me sustentaba.» (Salmo 3:5)
Dios sostuvo a David en todas sus dificultades y pruebas y cambió sus cargas por alas. «Los que esperan al Señor tendrán nuevas fuerzas; levantarán alas como las águilas; correrán, y no se cansarán; caminarán, y no se fatigarán.» (Isaías 40:31)Cuando acudimos a la Palabra de Dios y aguardamos en oración hasta que Él toca nuestra alma, nos remontamos a esferas de paz y sosiego donde el Señor en verdad «nos sustenta».
Este maltrecho mundo a diario nos tira hacia abajo; pero también existe una fuerza que nos impulsa hacia arriba, hacia el propio corazón de Dios. Si lees Su Palabra, le abres tu corazón y aguardas a que Él te hable, hallarás todas las fuerzas que necesitas. —V. Brandt Berg [1]
Si deseamos que nuestra fe sea fortalecida, no debemos rehuir las oportunidades en que nuestra fe pueda ser probada y, por lo tanto, a través de la prueba, ser fortalecida. —George Mueller
[1] Conéctate En las malas, alas