En espíritu y en verdad

La hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad, porque también el Padre tales adoradores busca que lo adoren. (Juan 4:23)

 Como Jesús le explicó a la samaritana, la adoración no está ya vinculada a un lugar determinado como lo estuvo en otros tiempos; ahora se basa en la relación entre el adorador y Dios, una relación hecha posible gracias a la muerte y resurrección de Cristo.
 Ya no hace falta acudir a la morada de Dios —el templo— a fin de adorar. Llegó la hora en que Jesús hizo de enlace entre Dios y la humanidad, mediante la salvación propiciada por Su muerte y resurrección.
Al afirmar que Dios busca adoradores que le rindan culto en espíritu y en verdad, Jesús expresaba que el verdadero culto trasciende las palabras que brotan de nuestros labios.
Consiste en que nuestro espíritu se conecte con el Suyo en los momentos en que comulgamos con Él y en adorar a Dios por lo que es, tal y como nos ha revelado en Su Palabra.
 Adorar a Dios es atribuirle la estimación que le corresponde; reconocer, expresar y honrar Su valía, Su mérito. —P. Amsterdam [1]

 Pero, entonces, ¿qué quiere decir adorar a Dios? Significa aprender a estar con él, a pararse a dialogar con él, sintiendo que su presencia es la más verdadera, la más buena, la más importante de todas. —Papa Francisco

[1] P. Amsterdam Áncora Un corazón devoto a la adoración

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