Aborde usted la lancha, pastor

Podemos hacer nuestros planes, pero el Señor determina nuestros pasos. (Proverbios 16:9 NTV)

 Una feroz tormenta azota una pequeña localidad, que en cuestión de horas termina anegada. Así comienza la conocida anécdota que relataremos enseguida. Las aguas suben y uno de los clérigos del pueblo se arrodilla en oración a la entrada de la iglesia, ya rodeada de agua.
 Poco después un parroquiano llega remando en su pequeña lancha. —Súbase, pastor, que lo van a rebalsar las aguas —le dice. —No se preocupe, hijo mío —responde el ministro del Señor—, Dios me salvará.
 La crecida continúa, y se acerca una lancha a motor que encuentra al clérigo ya refugiado en el balcón del segundo piso. —Aborde usted la lancha, pastor, que se ha emitido una orden de evacuación. Nuevamente el clérigo, impávido, responde: —Tranquilo, que Dios me sacará de esta.
 Se rompe entonces el dique del pueblo y el torrente inunda la iglesia. Las aguas lo cubren todo, salvo el campanario. Ahí se encuentra parapetado el pastor cuando de las nubes desciende un helicóptero. —Agarre la escalera, pastor —exclama el piloto. Una vez más el clérigo, imperturbable, rehúsa el auxilio ofrecido e insiste que tiene su fe firmemente en Dios. El helicóptero parte y el ministro se ahoga.
 Ya en las puertas del cielo el clérigo se encuentra con Dios. —No entiendo, Señor, por qué no me salvaste de la inundación. —¿Cómo así? —le responde Dios— ¡Si te envié dos lanchas y un helicóptero!
 A veces pecamos de lo mismo que aquel clérigo. Cuando nos hallamos en apuros, anegados por una riada de inquietudes y problemas, puede dar la impresión de que Dios ha hecho oídos sordos a nuestras oraciones. Pero puede ser que tengamos una idea demasiado rígida de la ayuda divina y que no se nos ocurre que esta puede venir por medios insospechados. —Gabriel García Valdivieso [1]

Obedecer a Dios es escuchar a Dios, tener el corazón abierto para seguir el camino que Dios nos indica. —Papa Francisco

[1] Conéctate Dos lanchas y un helicóptero

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Requiere paciencia, amor y humildad