«Ve y haz tú lo mismo»

Pero él, queriendo justificarse, le preguntó a Jesús: ¿Y quién es mi prójimo? (Lucas 10:29 RVA-2015)

 Muchos conocemos bien la parábola del buen samaritano que aparece en Lucas 10:25-37. Cuando el intérprete de la Ley preguntó: «¿Quién es mi prójimo?» quería una respuesta categórica y sin matices. En cambio, la parábola de Jesús demostró que no existe una lista reducida que indique las personas que estamos obligados a amar o a las que debemos considerar nuestro prójimo. Jesús aclaró que el prójimo son las personas necesitadas que Dios pone en nuestro camino.
 Mediante esta parábola Jesús dejó bien claro que nuestro prójimo es cualquiera que tenga necesidad, sea cual sea su raza, su religión o su categoría social. No hay límites a la hora de decidir a quién manifestar amor y compasión. La compasión va mucho más lejos que lo que requiere la ley; hasta se nos pide que amemos a nuestros enemigos.
 Puede que las personas golpeadas con las que nos encontramos en la vida no estén medio muertas físicamente a la vera del camino. Sin embargo, son tantos los que, para convencerse de su valía y de que alguien se preocupa de ellos, necesitan que se les manifieste amor y compasión, alguien que les tienda una mano amiga o esté dispuesto a escuchar su grito de auxilio o su lamento. Si Dios te pone a ti en su camino, es posible que te esté llamando a ser ese alguien.
 En esta parábola Jesús declaró qué espera de nosotros en cuanto a amor y compasión, y Sus palabras de cierre para nosotros, los que la oímos hoy en día, son: «Ve y haz tú lo mismo». —Peter Amsterdam [1]

 No nos contentemos con dar dinero. El dinero no basta. El dinero puede conseguirse. Lo que la gente necesita es sentirse amada de corazón. Así que manifiesta amor por dondequiera que vayas. —Madre Teresa

[1] Conéctate El buen samaritano

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