Se descubren verdades nuevas y viejas
Que more yo en la casa del SEÑOR todos los días de mi vida, para contemplar la hermosura del SEÑOR y para inquirir en su templo. (Salmos 27:4 RVA2015)
En el Salmo 27 leemos que el rey David consideraba su mayor alegría contemplar la belleza del Señor en el tabernáculo donde se guardaban los artefactos que simbolizaban la intervención divina en favor de Su pueblo. Hoy en día podemos dirigirnos a un lugar igual de hermoso y arrobador: la Palabra de Dios en toda su plenitud. Además, contamos con Su Espíritu Santo, que mora en nosotros y nos habla directamente al corazón.
Cada vez que se lee un pasaje de la Biblia se descubren verdades nuevas y viejas. Cuando volvemos una y otra vez a la Palabra de Dios, esta llega a ser nuestra mayor dicha y nuestra máxima prioridad, del mismo modo en que contemplar la hermosura del Señor y meditar en Su naturaleza y en Sus acciones tenía tanta importancia para el rey David. Cuando atravesamos dificultades, cuando tropezamos a lo largo del camino de la vida, cuando sufrimos grandes decepciones, ese recurso es el único que nos permite remontarnos una y otra vez sobre las dificultades, lo único que nos sostiene.
Su Palabra limpia y regenera nuestro espíritu. Y con el paso de los años, nuestra seguridad y fe aumentan gradualmente a medida que la estudiamos con mayor profundidad y la disfrutamos y entendemos más. Ese sencillo acto, dirigirnos a Su Palabra, cambia nuestra motivación, nuestra identidad, nuestras ideas y nuestras acciones. —William B. McGrath [1]
Tenía tres educadores: la calle, la escuela y la Biblia. Al final fue la Biblia lo que más contó. Es el único libro que deberíamos tener. —Duke Ellington
[1] Conéctate Las aguas de la Palabra de Dios