Victoria sobre la muerte

Yo les doy vida eterna, y no perecerán jamás, ni nadie los arrebatará de Mi mano. (Juan 10:28)

 Justo antes de resucitar a Lázaro, Jesús le dijo a Marta, la hermana de este: «Yo soy la resurrección y la vida».
 Con las personas a las que revivió —como Lázaro, como el muerto que estaba siendo llevado fuera del pueblo para enterrarlo y como la hija del dignatario—, Jesús demostró tener poder sobre la propia muerte. Dicho poder quedó aún más de manifiesto cuando Él mismo resucitó tres días después de ser brutalmente azotado y colgado de una cruz hasta morir.
 Su resurrección probó que Él era el Hijo de Dios. Su muerte expiatoria y Su resurrección hicieron posible que los que creen en Él sean también levantados de entre los muertos y tengan vida para siempre.
 Aparte de declarar ser «la resurrección», Jesús afirmó ser «la vida», con lo que quiso decir que tenía poder para conceder vida después de la muerte. Como Él tiene vida dentro de Sí, está facultado para obsequiar con resurrección a todos los que creen en Él.
 Como Él es la vida, la muerte en definitiva no tiene poder sobre Él; y como da vida espiritual a los que creen en Él, también ellos participan de Su victoria sobre la muerte.
 ¡Resucitaremos porque Él resucitó! Eso es lo que se celebra el día de Pascua. Él es la resurrección y la vida, y si creemos en Él, aunque muramos, viviremos, y ya nunca moriremos.  —Peter Amsterdam [1]

[Jesús] se apartó de nuestra vista para que veamos dentro de nuestro corazón y le hallemos; pues aunque partió, he aquí que siempre está aquí con nosotros. —San Agustín

[1] Peter Amsterdam Áncora Los dones de la resurrección de Semana Santa

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